domingo, 25 de julio de 2010

Aquí irían mis impresiones...

o mis sensaciones... o mis experiencias...

He intentado escribirlas sobre el papel de mi vieja libreta, o en una hoja de word, pero, al darme cuenta que llevaba 5 páginas y aún no había salido de Madrid, he decidido desistir. Me lo guardo para mí.

Es uno de los privilegios que tiene el editor.

Y con esto finaliza el monográfico del Xacobeo.
Gracias a todos los que habéis participado.

En agosto volveremos a las mundanas rarezas (incluidas algunas propias, para variar).

viernes, 9 de julio de 2010

Sin título (Anónimo 6)

Hola ruliñas y ruliño!!!!.

Dicen que un día sin sonrisas, es un día perdido. Pues gracias a vosotr@s y a ese camino puedo afirmar que no hubo ningún día perdido en esos 10 días. Es como la historia fantástica de Concha en la que la gente cuenta los días en que ha sido feliz y cuando muere en la lápida pone únicamente ese tiempo. Por mi parte mi lápida podría decir que al menos diez días viví. Y, además, con una intensidad que hacía muuuucho tiempo que no vivía. Con esto no sólo quiero agradecer todo lo que me hicisteis sentir, sino reforzaros a cada uno de vosotros, que sois capaces de dar vida, de dar sonrisa a las personas y eso es una cualidad de la que no dispone todo el mundo y de la que siempre tenéis que estar orgullos@s.

Me habeis enseñado muchas cosas sólo con vuestras palabras y con lo poco que sé de vuestras vidas. Habéis abierto ese horizonte que a veces se nubla en mi cabeza y le habéis puesto unos rayos de luz tan brillantes que no va a haber nubarrón que los cubra.

Sé que realmente no nos hemos conocido como se conoce a cualquier persona en nuestras vidas, pero hemos conocido nuestras esencias que realmente es lo importante de todo esto. Cuando conoces a alguien en tu vida diaria, lo conoces con el aspecto tanto físico como psicológico que la otra persona quiere mostrarte. Para mí el camino no dejaba opción nada más que a lo esencial de cada uno. No había ropas especiales,ni peinados ni ''maquillajes'' que sin darnos cuenta a veces utilizamos en nuestras relaciones. Éramos nosotros mismos. Joder si hasta el olor corporal era natural!!! jajajajajaja.

Cuando algo te parece tan dificil de expresar que ni siquiera eres capaz de encontrar las palabras para definirlo, se convierte en algo muy especial. Creo que el camino de Santiago tiene esa magia porque cada uno depositamos en él esas indefinibles y múltiples emociones e, igual que nosotros, las depositaron otros y esa energía se mantiene en él, esperando al siguiente peregrino para compartirlo. Quizás la única palabra que defina en parte todo esto sea AMOR, pero no un amor exclusivamente hacia alguien en concreto, amor hacia esas vistas maravillosas, hacia esas sinfonías (como decía Carmen) que inundaban nuestros oidos, hacia ese aliento que te proporcionaba la persona que andaba a tu lado cuando parecía que nunca iba a llegar el final de esa etapa, amor por compartir, por hacer sonreir a otra persona...

Soy muy consciente de que somos cada uno de una punta y que es complicado mantener todo esto, pero igual que alguna gente cree en Dios, yo creo en el destino y al fin y al cabo por él pudimos vivir todo esto. Así que creo que, gracias a él, seguro que se podrá mantener en el tiempo de una forma u otra. Lo que ha unido el camino, no lo separará el hombreeeee jejejeje.

Sed todo lo felicices que querais ser, puesto que somos totales responsables de nuestra felicidad, pero sed conscientes de que cada uno recoge lo que siembra
y vosotros me habeis hecho muy feliz en estos 10 días así que ya sabéis lo que os va a tocar recoger.

Un besazo enorme y un abrazo lo más parecido al de esa plaza de obradeiro, es lo único que os puedo regalar desde la distancia pero seguro que os llega.

Os quiero.

Sin título (Anónimo 5)

Hola a todos,

Justo hace un mes estábamos todos juntos caminando hacia Santiago. Ahora nuestros pasos se pierden frenéticos por nuestros lugares comunes, buscando nuestro destino. Al final la vida es eso: caminar, caminar y caminar.

He necesitado algún tiempo para ver con perspectiva todo lo que hemos vivido, compartido, hablado..... y cada vez me doy más cuenta de lo mucho que ha valido compartir un trozo de mi andar de mi vida con vosotros.

GRACIAS, Yo también os quiero y os echo de menos.
FELIZ NOCHE DE SAN JUAN

Mi camino (Anónimo 4)

Hola a todos.

Todo ha ido muy rápido. Ya estamos otra vez en casa, con las rutinas, los horarios, noticias, periódicos. Familia, conocidos, amigos, compañeros… ya estamos otra vez intoxicados, pues.
Mandé el SMS con la credulidad de ir al Camino, sí, pero creo que intentaba reafirmarme en que a mí nunca me tocaban ese tipo de cosas. Lo cierto, es que era escapar lo que quería. Siempre quiero estar donde no estoy.

Recuerdo la soledad del metro de Madrid ese viernes por la mañana. Estaba atestado de gente, pero era soledad lo que sentía. A pesar de las herramientas que tenemos para comunicarnos, la soledad crece y crece en las calles. Hasta el último momento podía haber renunciado a todo, pero las incertidumbres están para comérselas con patatas.

Después de las mínimas presentaciones de rigor, me vi envuelto en la influencia de Chisco, de Mireia, de Virginia, de Andrés, de Juan Antonio, de Arturo… y Adriano, aunque estuviera durmiendo.
Estaba feliz y expectante. Me atraía estar rodeado de tanta gente extraña, pero tomármelo como una puerta entreabierta para que la gente fuera pasando a mi vida me atraía todavía más. Eso fue lo primero que me desconcertó (y me gustó). Me fijé también que todo convencionalismo social se fue diluyendo. No importaba de dónde venías, ni si te ganabas bien la vida, ni si tenías o no familia, o si estabas en paro. Como dice mi amigo Jesús, solo podíamos poner sobre la mesa nuestra persona, nuestro corazón y lanzarse a pecho descubierto.

Recogimos a Marcos y a Jesús antes de llegar a Vega de Valcárcel. Dos grandes compañeros y amigos. Buena gente de verdad.

Antes de continuar quiero recordar lo emocionada que estaba mi amiga Mireia al comprobar cómo la gente se movilizó para ayudarle a encontrar un calzado en condiciones. Ahí, justamente ahí, me dí cuenta que aquello iba en la buena dirección. Luego, su alegría se contagió al resto, y fue como romper el hielo definitivamente. La gente se relajó, dispuesta a reír, a compartir, a disfrutar…a fin de cuentas, lo que más une a la gente es eso, la superación de los malos momentos.

La primera noche dormimos en el Ritz. Aunque le faltaba alguna estrella, no fue mal del todo. Sobre todo a los que durmieron con tapones, porque para el resto hubo concierto en La menor. Primeras risas que luego se fueron convirtiendo en carcajadas, luego compartir las duchas, primera cena con huevos para Chisco, que parece que los pidió desde Córdoba…

Quiero hacer hincapié en el hecho de que se sumara Ervigio, que llegó desde Zaragoza, con un entusiasmo que ya querríamos muchos. Llegó en autocar un señor de 69 años de Zaragoza, en lugar de estar leyendo el Marca, o jugando a la petanca, o qué sé yo. Desde el primer momento quedé absorto con su forma de hablar, sus ganas de conversar, su humildad a pesar de las marcas del tiempo en su piel y experiencias vividas, sus ganas de seguir aprendiendo y escuchando a gente mucho más joven que él. Y, sobre todo, que no se le notara que de la mitad de las cosas que le decíamos ya las sabía, que estaba de vuelta. Qué paciencia, y qué gran señor.


Llegó el día de empezar a caminar y fue el peor de todos. Bajo un sol justiciero, que parecía poner a prueba nuestra resistencia y, además, el primer día. Aún no estábamos en forma (bueno, Jesús sí), y entre eso y el desnivel la cosa no fue lo que se dice un camino de rosas.
Llegamos a O Cebreiro. Cervezas, souvenirs, comentarios sobre el estado de las piernas. Aquí, antes de llevarnos al primer polideportivo en Piedrafita, Nacho Ares empezó a ser motivo de chismorreos por parte de todos. Qué ilusos. Vendimos la piel del oso antes de tiempo. Con el tiempo se vio que, con sus particularidades, como todos nosotros, (cola cao a todas horas incluido), es un tío de puta madre. Que además, hace mejores a sus compañeros de profesión. Aunque esto último es una apreciación personal, claro.
Esa noche ya empezamos a dormir con colchonetas en el suelo ¡sin estrenar!. Todo un lujo, y todo un detalle de la Ser. No se sabe bien por qué (bueno, sí), pero los roncadores se fueron alejando de la masa. Así ellos también dormirían mejor (je,je,je), y todos contentos. Esa noche, como todas, me pasó rápido, pues enseguida amanecía. ¿O nos acostábamos muy tarde?...

… al tener un despertar tan lento, me tenía que armar de valor para levantarme de la cama. Perdón. Del suelo. Pero allí estaba la cotorra de Chisco haciendo de las suyas para darme un empujón. Y otra cosa importante, y de acuerdo general: la gente que nos daba de comer… daban ganas de comérselos a ellos de lo buena gente y geniales que eran. Mayte y Valentín. ¡Qué alegría tenían! Así deberíamos ir al trabajo todos. Dos cracks que ojalá la vida les depare mucha suerte.


La segunda etapa, a pesar de seguir el amigo Lorenzo con nosotros, fue bastante más bonita. De hecho, a mí fue una de las que más me gustó. La gente que caminaba conmigo se fue abriendo, charlando sobre cómo arreglar el mundo (¿os acordáis, Marcos y Mireia?), pero lo curioso es que durante el caminar me sentía como flotando en el mar, suspendido en el aire, mecido por el olor de las primeras tierras gallegas, prendado por el bonito color violeta de la ericas… todo fluía. Y a pesar de las ortigas de ida y vuelta, disfrutaba.
De esta etapa sí recuerdo el baile alegre de algunas chicas por la noche en el “hotel”, del díscolo Alberto y, cómo no, de Chiscolín. Faltó poco para que, con el jolgorio, me abrieran la cabeza. Pero Jonás, Mireia, algún otro y el menda, estábamos en otro terreno, más místico. Además de una gran cena en unas mesas de hormigón a la altura del suelo, ropa tendida (algunos empezamos a lavar ese día), ese día hubieron entrevistas a Jesús y a la inolvidable, venerada y genuina Josefina. También hablaron el gran Ervigio y Alberto, éste con gran “alegría”. Hicimos dos juegos en grupo; el primero lo dirigió Jesús, y fue de lo más divertido. Y el segundo Virginia, y fue rocambolesco, y pa´ no parar de reírse.
También me gustaría pararme a hablar de Sara, que empezaba a ser subida a los altares; sus manos eran bálsamo para todo aquel que se acercaba con los pies doloridos. No la conocí demasiado, pero me cuentan que era casi un ángel. Un ángel de lo más alegre y simpático.


De la tercera etapa, para ser sincero, ahora mismo no recuerdo gran cosa. Creo que fue una etapa de varios kilómetros de asfalto, donde entablé alguna conversación con Nacho y Juan Antonio (al principio), y perdonadme, pero poco más…
…aunque ahora que recuerdo, hicimos parada en Samos, donde me hice con unos tapones para dormir. Para ver el monasterio nos pedían 3€. Yo me fui, respetando, por supuestísimo, la otra opción, ya fuera religiosa o cultural. Y fue aquí, en Samos, donde me quedé prendado de la directa sinceridad, cogiendo el camino más corto para decirte las cosas, del gran Jesús. No digo gran por su físico, que también. Digo gran por su personalidad, su corazón, su compañerismo, su vehemencia. Gran compañero, y mejor persona.
A partir de esta localidad, el resto de la etapa (la mayoría) la hice con Andrés y Alberto. Dos chicos jóvenes con ganas de comerse el mundo, que conectaron y me contagiaron su fuerza. Hablamos de mujeres, sobretodo. O de nuestras complejas relaciones con ellas. Y las de ellas con nosotros, claro. Recuerdo también que, parados en una fuente a comer, pasó un chico negro que debía venir andando de Gambia, por lo menos. Fue justo después que a Alberto se le cayera la tapa del bocadillo. En fin, la verdad es que fue una compañía inmejorable.
También recuerdo un oasis en forma de albergue, en mitad de la nada, donde paramos. Creo que bien pudiéramos habernos hecho pasar por mendigos. La verdad es que era bonito de verdad, si.

Esta etapa Jesús no la hizo, debido a una tendinitis. Nos encargó, sí o sí, que le compráramos una chanclas, o algo parecido. Y eso hicimos, comprarle algo parecido: le regalamos unas pantuflas para estar por casa para el frío de Valladolid en pleno enero; Chisco, Mireia, Virginia y un servidor le complacimos en sus necesidades, pero a cambio nos dimos un homenaje a su costa. Del resultado está todo dicho, pero no escrito: la cara de Jesús con las pantuflas en la mano, no sabiendo si la cosa iba en serio, si había una cámara oculta, si darle a Chisco con ellas… tremendo. Ese rato, para mí, fue de leyenda.

¡Ah! Por último, gran frase, genial, del no menos grande culebra:
“Mireya-ya, yo te invito a tabaco, pero yo no voy a ser tu Jefry”. Buenísimo.

A algunos todavía nos quedan según que habilidades, y disfruté liándome tabaco, y después fumándolo en compañía.

También recuerdo el “gag” que montó tito Luis parodiando cuando vamos al banco a pedir un préstamo. Puso la desgraciada realidad en un contexto cómico. Un artista.
Las risas esa noche, fueron incontenibles, (¿verdad, Marcos?).
Me relajaba. Misterios del Camino. A esa alturas, si no antes, ya éramos hermanos.
Como veis, al final me he acordado de algo.


Cuarta etapa: Virginia. Asociaré para siempre Portomarín con ella. Hasta ese día me parecía una chica simpática, sin más. Pero hicimos la mayoría de la etapa juntos y me encantó. Su tranquilidad canaria, su acento, su forma de ver la vida a pesar de su edad, su risa contagiosa. Ella me ayudó a mí, y no al revés, como todavía cree.
Antes, recuerdo que estuvimos parados en km. 100, simbólico, si, pero sucio y pintado. Justo ahí unos perros se pegaron un buen festín con nuestros superbocatas.
Portomarín nos acogió con lluvia. Me pareció muy bonito cruzar su embalse atravesando el puente, lloviendo. Tengo la imagen grabada. Después de subir 30.000 peldaños, enseguida vimos al grupo llenándose el estómago de pulpo, empanada y cerveza. Yo me di un pequeño gran homenaje con Adriano y Chisco (éste que no falte en cualquier fregao, claro).
A media tarde, después de escuchar a Sara hablar con Gemma Nierga en La Ventana, con extrema humildad, algunos pusimos alguna lavadora (esto es una tontería, pero me acabo de acordar y no pienso borrarlo).

Recuerdo que en la cena de ese día, con algo de frío, hablar con Edu, un buen tío de la organización, y con Adriano; el tema era la complejidad de mantener una relación a distancia con otra persona. Edu aparentaba tenerlo asumido, su trabajo es el que es y era lo que había, venía a decir; Adriano lo veía poco menos que inviable, o como mínimo escéptico. Yo escuchaba la conversación, dándole la razón por supuesto a Edu.
En esas estamos.

Ya por la noche, fuimos a tomar una copa a un bar cercano, pero más cercano aún nos pareció Nacho; parecía querer acercarse a nosotros. La verdad, viéndolo desde la distancia, no sé yo cuántos de nosotros se hubiesen atrevido a buscarnos al fondo de aquel bar, con nuestro rollo y cachondeo, y ponerse en nuestra onda. Ese gesto se te valoró bastante, Nacho. Igual que el pequeño masaje en los hombros a Jesús (je,je,je).
También recuerdo estar liándome, por segunda noche, un cigarro para fumármelo con Arturo (¡no hubo persona que, hablando menos, dijese tanto! definitivamente, un crack) y Mireia. Ésta se encontró una especie de cabeza de oca tallada en madera (el descubrir que fuera una oca le ayudó días después un tal Iker Jiménez), que le acompañará bastante tiempo. Recuerdo su cara de felicidad, incredulidad y sorpresa. Existen las señales, debió pensar, desconcertada.
Dormimos bien, en literas, después de ver los primeros vídeos utilizando una pared como pantalla. Todo un gran profesional, aquel Roberto.


Y llegamos a Palas de Rei, en la quinta etapa.
Aquí cambia de alguna manera, la dinámica del Camino. A pesar del recibimiento mutuo en forma de aplausos, todavía creo que el hecho de diferenciarnos por colores la ropa, por ejemplo, ya creó una especie de rivalidad. Mal entendida por los gallitos del otro grupo, pero rivalidad separatista, en suma. Creo que en su psicología de grupo influyó, de manera negativa, el hecho de que su trayecto hasta allí fuese bastante más duro (indudable, sí… aunque la dureza se la pone uno, os lo digo de verdad), y llegaron crecidos esa tarde; si no, ¿a qué vino hacer no sé cuántos kilómetros de más?. En fin. Incluso llegaron a cantar algo así como “es gabacho el que no vote, es…”, ¿os acordáis?. Aunque lo comprendo; seguramente la mayoría de nosotros hubiese actuado de la misma manera en su situación. Casi todos actuamos del mismo modo cuando vamos en grupo.
Personalmente, mi única preocupación era que mis amigos estuviesen contentos, de esa manera lo estaría yo, y que hubiera agua caliente. Lo demás me importaba poco menos que nada… estaba por encima de todo aquel rollo.
En cuanto a la etapa en sí, me encontré de nuevo con Mireia, de modo que fuimos hablando de lo divino y de lo humano. De lo terrenal y de lo etéreo. De lo tangible y del más allá. Cuánto me gustaron aquellas escuchas.
También estuvimos en el único bar cercano que había, en el que había una galleguinha muy simpática, de nombre Lourdes, creo recordar; hicimos unas quinielas (si, quinielas en un bar, como los de antes), tomamos unas copas…y llegaron otros dos momentazos, que diría aquél.

Acto primero. Después de hacer la primera visita a Lourdes, de vuelta, justo antes de la cena, enviamos cual mensajero al ínclito Ferrán a que avisara, a la carrera, a los técnicos, de que iban a presenciar algo realmente gigantesco. La situación es la siguiente:
Ferrán vuelve a la carrera, cumpliendo las órdenes de forma encomiable (aunque casi se cae, lo cual hubiera sido, como poco, indescriptible), y como premio lo manteamos. Él se siente el centro del mundo mundial, como un jugador de su querido Barça. Además nos comunica, compartiendo sus vivencias con nosotros, que hace unos cinco años ya le mantearon… justo cuando está pasando a la acción y se dispone a contarnos también el qué, el dónde, y el cómo le mantearon, le soltamos, dejándolo en el suelo (literalmente)… de inmediato me veo formado en pelotón, a las órdenes del brigada Jesús, corriendo en dirección al polideportivo, con las cámaras como testigo… de esto hay grabaciones y testimonios.
No tengo palabras para escribir aquí lo que me llegué a reír. Lo que nos llegamos a reír. Ese momento fue, es y será legendario en mi vida. Gracias.

Acto segundo. Todo sucedió muy deprisa, a tope. Después de la visita nocturna a Lourdes (la camarera, se entiende), el incombustible Chisco (se me acaban los adjetivos para él), tiene una visión: resulta que desde la carretera que lleva al polideportivo, se oye música, mezclada con risas femeninas. Y es entonces cuando nos hace su gran revelación vital: se conoce que el “APOSTO” le dice que no tire las cervezas que lleva en la mano, que con ellas entrará triunfante al polideportivo, y que las mujeres allí presentes se rendirán a sus pies…
… ”¡Aguántala, Chiscolín!” es la frase que le llega del “APOSTO”, y él, obediente y lleno de vida y de fe, nos relata con detalle ese instante para la eternidad…


Jueves, 6ª etapa.
Ésta fue la etapa más larga. Las fuerzas iban menguando, pero la moral funcionaba a la inversa. Si no recuerdo mal, recuperamos efectivos: Jesús y Marquitos volvieron por sus fueros. Me acuerdo de un chiringuito que parecía playero, de nombre andaluz, donde nos tomamos unas coca-colas. Esto era en Furelos. Justo antes, el maestro Adriano me soltó una de sus genialidades. Le enseño el que para mí, es el sello más bonito de todo el Camino, de la parroquia de San Juan. Que resulta ser un Cristo, con la particularidad que unos de sus brazos está descolgado de la cruz… pues le enseño yo la divisa con toda mi ilusión y mi emoción y me dice: “¡si se está haciendo un mate!”.
Por cierto, en esta etapa, si uno no se paraba a comer pulpo en Melide es una casi ofensa a lo que es el Camino. Y, la verdad, estaba buenísimo. Con su ribeiro y su exquisito pan. Y un queso del que no recuerdo el nombre, pero que por lo visto era autóctono. Alguno predijo que no volvería a probar pulpo hasta que se le olvidara hasta el nombre, así que se intuye que lo cató sobradamente. Qué buen rato pasamos. Menos Arturo, el pobre, que dijo que le gustaba pero que no lo probó porque le producía alergia. En minutos, por lo visto, se curó allí mismo. Lo que vino luego también es digno de explicar.
Íbamos chispaos, con el estómago pulpeando y machacados del piso. Pero aunque quedaba más de la mitad del trayecto, los cobardes (Ervigio y Luis), se vinieron abajo y decidieron continuar la ruta, no fuera a ser que perdieran tanda en la ducha. Los demás, atentos a los arcenes, aceras y jardines, divisamos un césped tierno, ni seco ni húmedo, con la inclinación justa (por leve) que invitaba a soñar… caímos en plomo. Como también fuimos a caer en las cámaras de fotos de los guiris: “¡la siesta!”, oímos decir algunos, entre brumas, tormentas, pulpos y demás.
Nos sentíamos felices, protagonistas anónimos. Y frikis, porqué no. Reanudamos la marcha con bastante retraso, después de cafés y fotografías.

En el final de la etapa, Mireia, el pies de pato y yo, fuimos a muerte, recogiendo cadáveres de los dos bandos; de azules y de rojos. Llegamos pletóricos, triunfantes al punto de destino. La siesta friki había dado resultado.

Otro pequeño (gran) aliciente era que teníamos la seguridad de dormir en colchones, y durante los tres últimas noches, en el mismo sitio. Hicimos un pequeño campo base. El ejemplo a seguir fue Alberto.
Nos fuimos colocando en habitaciones de 4 literas, y fue un gozo (por eso se llamaría así el monte, por los colchones).

Por cierto, esa tarde, a parte de lavar, algunos conocieron a Gemma Nierga, muy dulce y muy accesible; mediática. Y muy agradable. En su sitio, vaya. Recibió saludos, atropellos y hasta reverencias. Se asomó a la enfermería, saludó a varios…nos hicimos las fotos de rigor con ella sin dejarse de proteger la garganta. Los gajes de su oficio: hablar.


Penúltima etapa.
Ya es viernes, y a alguno se le ocurre acordarse de lo poco que queda. Tiene que claudicar, le recordamos que aún queda el finde entero.
Ese día estamos pletóricos de fuerza, la gente está ya en plena forma y camina lo que haya que caminar. Vemos degollar gallinas por el camino por mujeres del campo gallego; si hay que ser hombre para acercarse a ellas… imaginaos casarse… no, no os lo imaginéis. Perros inmersos en la locura de estar toda una vida atados a una cadena, ésta atada a un tejado, y él dando vueltas formando un círculo perfecto. Tenían surcos hechos en la tierra de sus carreras. Sus caminos son indefinibles. “Ni quiero ni debo mirar, por mi salud mental”, recuerdo que pensé. Debido a algún mal entendido, estamos en la terraza de un bar unas dos horas. Asistimos al programa de La Ventana, después de ¿caminar? con Gemma y Juanjo Millás. Las cosas de la radio. De aquel rato recuerdo lo bien que olían los eucaliptos.

Escuchamos la entrevista al presi de la Xunta gallega, Núñez Feijóo. Vimos y escuchamos la radio por dentro. Todo muy profesional, como debe ser, además. Alguno de cada grupo le preguntó al presidente gallego, pero hay una chica del equipo rojo (primitivo), que le puso el dedo en la llaga bien, al amigo. Pero como político que es, se escapa bien. Utiliza la tangente.
Por cierto, quiero recordar que entablamos conversación irónica con dos compañeras del otro grupo que siempre iban a su aire, y la verdad, nos dio pena conocerlas tan tarde, porque eran muy simpáticas. Lo siento, pero no me acuerdo de sus nombres. Parecían hermanas, eso sí. Lástima que se delataran por el diferente acento que gastaban.
Los más impacientes nos saltamos la tercera hora. Un autocar nos llevó al Monte do Gozo solamente a 6 personas. Pues eso. Un gozo: las duchas para nosotros, los retretes limpitos (aunque eso sí, como sudaras en el supremo acto, salías con la cara verde, que era el color de las puertas. Ya sabéis el porqué. Y hasta aquí puedo leer, que diría aquella), anchura en las habitaciones… luego supimos que había estado hablando Iker Jiménez con Gemma, pero nos daba igual, mañana le conoceremos entre nichos. En su terreno, vamos.

Esa noche cerramos el bar del complejo. Nos dieron las copas de plástico, como en la ferias. No echábamos pinta de ser de fiar, imagino.
Después de cenar nos quedamos riendo: Luis, Andrés, Alfonso, Chisco, Jesús, Alberto, Adriano, Arturo con su uña disecada, Ervigio, Mireia, Virginia, Marquitos…(seguro que me olvido de alguno).
Recuerdo oír a lo lejos risotadas de fondo, mientras pongo toda la atención posible en las técnicas de reiky del tito Luis. Un gran tipo, con una gran sensibilidad y un saber estar continuo y permanente.


Última etapa.
Bueno. Esto ya va en serio.
Decidimos terminar hoy, relajarnos en la noche santiaguiña, disfrutar de las últimas horas juntos…son unos 17 km hasta la entrada de Santiago, y luego unos 4 hasta la catedral.
Entramos en Santiago. Entré con Chisco, Mireia y Jesús. Todos teníamos la sensación de indefensión ante el mundo real, el otro mundo (del que, por cierto, todos provenimos, pero, paradójicamente, no nos garantiza seguridad, y ni mucho menos inmunidad): autopistas, tráfico, zanjas, semáforos, autobuses, obras, amplias avenidas… dejábamos de tener contacto con la tierra en pocos minutos (¡arriba los macetohuerteros!), y sentíamos un pellizco en el estómago de pánico.

Recuerdo saludar a Ervigio a unos 300m. que iba delante, con paso firme. Poco a poco las fachadas se iban volviendo oscuras. El asfalto da paso al adoquín, y las avenidas de tres carriles dan lugar a calles cada vez más estrechas. Antes de atacar a la catedral, decidimos esperar a los rezagados tomándonos unas cervezas. Además, saborearíamos con tranquilidad esos últimos metros.
Ya estamos todos. Entramos en el casco antiguo, que es zona peatonal. Vemos llegar a María José y Luís. Es en ese momento cuando empieza la magia, la mística. Lágrimas de emoción, abrazos sinceros, todas las ventanas abiertas del alma…

…me emociono hasta el extremo cuando veo a Luis abrazado, de rodillas, a Chisco, también de rodillas. De momento me consuela Jesús. Aunque dudo que estuviera menos emocionado que yo. Poco a poco vamos entrañando la plaza. Hay gente, pero no demasiada. No hace frío. No hace nada.
El instante de entrar a la plaza, abrazarnos todos con todos y ponernos a llorar, fue eso, en un instante. Recuerdo el agotamiento que sentí a continuación, la tensión expulsada de mi cuerpo, la sensación de plenitud, la enorme y descomunal alegría de ver a la mayoría de mis compañeros, que tanto habían sufrido físicamente, de verlos allí, en éxtasis, pletóricos, llenos de vida. No tengo más adjetivos. Me sigo emocionando al recordarlo.

Luego nos fuimos a ver la catedral, a que nos dieran la compostelana (¿Compostela, Mireia?); al salir, nos encontramos al caminante y elocuente Rafa de Villena, a Ferrán, al gran Ervigio, a Alfonso el asturiano, (Y ALGUNAS DE LAS CHICAS DEL GRUPO B!!!!!!!!!!!!!)… no sé ni cómo me acuerdo de todo esto, porque en aquel momento no creía tener constancia de estar allí. Estaba como en una nube…

Recuperamos fuerzas en un bar donde, como siempre, acertó Jonás-google (es un cumplido, no te enfades). Recuerdo que llamé a mi chica desde el umbral de la puerta del bar para decirle que ya habíamos arribado. Pero lo que quería era compartir un poquito de aquello con ella. Estaba exhausto.

Anocheciendo fuimos a conocer a Iker y su tropa. En lo que fue un cementerio, hoy convertido en parque. A Chisco no le hacía nada de gracia, porque lo esotérico le da verdadero pavor, (como el café y el huevo a la vista). Para mi gusto el programa fue un poco peñazo, aún reconociendo que es un gran profesional. Pero no me interesaba demasiado. Hablaron el bonachón de Marquitos, la dulce Mireia, Luis, Ervigio. Enseguida nos dispersamos por la noche gallega.

Intentamos sintetizar conclusiones, valorar lo mejor y lo peor de lo vivido en aquellos días, hicimos reflexiones en voz alta… teníamos la sensibilidad a flor de piel; eran ríos y ríos de sensaciones. Era demasiado intenso lo vivido y experimentado. Nos superó, (afortunadamente), sin duda. Recuerdo que anotamos en un papel como, en una palabra, nos definíamos los unos a los otros. Tomamos cacique (por orden de Andrés), chupitos de crema de orujo (buenísimo, Alberto).
¡Ah! Se intentó hacer un simpa, pero no coló.

Luego, en la habitación, Sara pudo conocer por medio de Chisco, a los que a las 10 de la mañana estaban “funsionando” a pleno rendimiento. Entre ellos, José Peinado y Jonás, técnico de sonido (éste estaba haciendo horas extras). Del resto no me acuerdo. (¿lo hubo?).


Último día
Dormimos unas tres horas. O dos. O ninguna, como el pies de pato-CR9. Nos levantamos más temprano que nunca, había que estar con Montserrat Domínguez en “A vivir que son dos días”, su programa. Habló Chisco menos de lo que hubiéramos querido, pero habló estupendamente y con mucha felicidad.

Y llegó el primero de los momentos que a mí, e imagino que a otros, nos daba pánico: se iba el primer autocar. Y habíamos despedido a algunos que se iban en avión, pero lo del autocar tenía una carga simbólica. Además, se fueron dos de mis colegas: Jesús y Andrés, ese malagueño tan buena gente. Transparente, humilde y atento. Así lo vi yo, y así te recuerdo, Andresito. (Por cierto, aún no nos han pedido la revancha al futbolín, aquellos dos que ya saben).
Más lágrimas. Entre el día anterior y este domingo, yo creo que ya he cubierto el cupo para años, espero. Porque luego me pasa que es que me agoto, de tanto llorar. Me quedo como vacío, sin fuerzas. Qué raro soy.

Después estuvimos haciendo tiempo en los aledaños del la catedral, esperando a que llegara el momento que el resto nos subiéramos al segundo autocar. Me sentía fatal en mi interior; quería desaparecer ya. Si hubiese podido chasquear los dedos y hacerlo lo hubiera hecho. Me sentía como un reo esperando el alba para el momento final. Esperar la hora para sufrir una despedida agónica. Era uno de esos “hasta luegos” tan manidos y a la vez tan extraños…más lágrimas.
Nos despedimos a pie del autocar, entre sollozos, abrazos, besos… emociones únicas, de esas que te marcan para los restos, inolvidables. El remate final fue cuando Mireia me regala el palo que utilizó en su Camino. Fue todo un detalle, compañera.

Para mi fortuna, Alberto, Luis, Marcos, Chisco, Jonás, Ervigio…y alguno más igual de importantes para mí y que no recuerdo, me hacen que la vuelta no sea un Via Crucis. Pero es que recuerdo que hasta Chisco estaba ya de bajón. Entre agotamiento, tristeza, vuelta al mundo… estábamos en tiempo de descuento.

Entablamos relación con varios del grupo primitivo en ese viaje de vuelta, y me reafirmé en que todos (o casi) los del grupo francés hubiésemos actuado de igual modo si hubiéramos ido a parar al otro grupo, allá en Madrid. Y, por descontado, a la inversa. Cualquiera del grupo de ellos podría haber encajado perfectamente en el nuestro. Ya digo, todos estamos hechos, (mayoritariamente), de la misma materia prima.
Después de dejar cerca de sus lugares de residencia a Marcos, a Luis y a Matilde, vamos llegando a Madrid; pero por lo visto el conductor se deja llevar por unos de esos inventos que nos inhiben el pensamiento, dejándose llevar por sus indicaciones. De modo que llegamos a la estación de Atocha dando un rodeo innecesario. Bajamos del autocar. Hay más despedidas, pero con menos lágrimas.
Una vez dentro de la estación, nos despedimos de Ervigio, Arturo y Alberto. Recuerdo la imagen de éste, mirando al suelo tratando de que no le viéramos lagrimear, alejándose y perdiéndose entre el gentío.

Ahí, justo ahí, para mí, terminó el Camino.

Luego vino la anécdota de Chisco (otra). Se va a la carrera hacia el AVE, pero lo esperamos sabiendo que lo había perdido por cinco minutos… y pensar que el “espabilao” del conductor utilizó más de una hora para llegar a Atocha.
A Chisco (mi amigo Chisco), que cambió el billete por el primero del día siguiente, le invité a que pasara en casa la noche. Para mí era del todo imposible que se quedara allí hasta el día siguiente. Eso sí, no cenó nada ni desayunó nada. Sale barato, os lo digo yo. Al día siguiente lo llevé a la estación y a media mañana ya estaba con sus ocupaciones.



Alguien me preguntó que qué hacía yo allí, en el camino. Ni siquiera intuía que hacía yo allí. Supongo que escapar. Coger aire. Oxigenarme. Llenarme de vosotros. Escapar del sistema, de las reglas de juego, de las normas establecidas. Pero siempre tengo la contradicción de si soy lo suficientemente conformista o no con el sistema, o por el contrario, es que lo soy o dejo de serlo conmigo mismo.
Necesitaba un paraguas; de hecho, todos vosotros fuisteis mi paraguas con el que me protegí de la especie de lluvia tóxica que es el mundo actual.


No sé si me he extendido demasiado o no, pero esto ha sido, o mejor dicho, esto es (porque siempre os llevo conmigo) en esencia, mi Camino.

Por fin (Anónimo 3)

Muy buenas noches a todos:

Por fin me decido a comunicarme con todos vosotros, gente a la que el corazón no le cabe en el pecho, gente tan dispar que jamás pensé que pudiera congeniar en la forma en que lo hizo, personas que jamás nos habíamos visto y sin embargo nos reconocimos a primer golpe de vista, y para más “inri” supimos respetarnos el espacio personal y común.

Aunque parezca mentira cada día me viene a la cabeza un recuerdo diferente de lo vivido en las jornadas que compartimos, incluso en la “soledad del camino”, y en cada uno de esos momentos, está alguno o algunos de vosotros.

Esa conversación que quedó pendiente, la tristeza que observé en los ojos de algunos, la preocupación por los demás por parte de otros, las dudas que generó el camino en otros, la pregunta de ¿hice bien en venir?, son reflexiones que me hice mientras caminaba en solitario, que no solo, luego en el bus de vuelta y hoy en día lo sigo haciendo.

Espero y deseo que, de estas jornadas, todos saquemos lo positivo, que nuestras dudas se hayan podido aclarar, que nuestras preocupaciones se hayan visto, si no resueltas del todo, al menos lleven camino de resolverse, que los que íbamos buscando sentir el misterio y el embrujo del camino lo hayamos encontrado.

Y para todos aquellos que el camino se convirtió en promesa, y acción de gracias, que los males que dieron origen a ellos, desaparezcan y los bienes que lo motivaron crezcan día a día.

Para Mis Hermanos del Camino un fuerte abrazo.

Hasta luego.

Sin título (Anónimo 2)

Hola a todos!

La verdad es que no sé por dónde empezar, pero bueno a lo que vamos.

Suena a manido, pero este viaje ha sido muy especial. Creo que todos
hemos vivido la misma sensación. Os he conocido a vosotros, he
convivido más con compañeros de la radio de los que solamente tenía
referencias profesionales y, como nos ha sucedido a todos, he crecido en conocimiento humano y profesional.

No sé a quién de vosotros se lo decía el otro día pero cuando me despedí de vosotros yo me quedé con la gente de la radio para comer.
Todavía no era consciente en ese momento de lo que pasaba. Solamente cuando me despedí de ellos y me quedé solo en la plaza del Obradoiro, porque tenía que ir luego a las 6 a radio Galicia y ellos se volvían a Madrid en furgoneta, me dio ese "bajón" de estar solo y sin saber qué hacer. Me faltabais todos.

Han sido 9 días muy intensos y, aunque he mantenido las distancias con vosotros, porque la idea era que os integrarais entre vosotros mismos, ha sido inevitable que con muchos de vosotros aparecieran lazos especiales.

A ver si hacemos una quedada en Madrid y os enseñamos la emisora de Gran Vía o en Barcelona, Sevilla, Valencia, donde sea!!!!! Yo VOY!

AH!!! Creo que un día de estos salía una página entera en El País con la foto que nos hicimos en Santiago. También hemos colado por allí a Ervigio que no estuvo presente per sí en espíritu y ahora lo hemos hecho también presente. Ya os confirmo el día cuando sea. Creía que era hoy pero lo acabo de ver y no sale. Quizá mañana.

Un beso muy fuerte para todos!!!!!!!

De Villafranca a Santiago (Anónimo 1)

Hola amigos y amigas:

Ante todo y sobre todo muchas gracias por haberme animado, por haberme ayudado, por haberme soportado y por permitir que un yayo como yo pudiera pertenecer a vuestro grupo.

Dicen que con el paso del tiempo las cosas se van olvidando, pero uno, que tiene sus años, sabe que las cosas buenas nunca se olvidan y estos nueve días pasados con vosotros/as no se me olvidarán nunca y menos el abrazo tan fuerte y sincero que nos dimos en Santiago.

Quiero deciros lo que comenté con Mireia en Santiago;
En el programa de Iker dijo, más o menos, que, al llegar a la Plaza del Obradoiro, no sabría describir el cúmulo de emociones que sintió en esos momentos. Yo si sé lo que sentí: un gran amor a mi familia y mucho cariño hacia vosotros/as.

Gracias una vez más y un abrazo muy fuerte
Os quiero.

martes, 6 de julio de 2010

Al Peregrino Caminante (Ferran Cañas)

Echaras las piedras hacia abajo, que al sendero cayeran del tozal,
porque si las echaras hacia arriba, otra vez al sendero volverán.

Quítalas de forma que no puedan otra vez hacerte tropezar,
y otros que siguieran tu sendero, no tengan que pensar al caminar.

Haz lo mismo en las cosas de la vida, quita obstáculos que puedan molestar,
pensando que el regreso hacia lo eterno, debe ser de fácil caminar.

Lo principal de esta vida es acordarse de las alegrías del pasado y olvidarse de las penas.

lunes, 5 de julio de 2010

Camino... Buen Camino (Gladys Rostan)

Todo cobra una dimensión diferente. El tiempo se ralentiza, lo grande se hace pequeño y lo pequeño se hace grande. Lo imposible se hace posible. El descanso o el caminar, las subidas o las bajadas pueden ser agradables y tremendas a la vez.
Todo lo que se ve, se oye, se siente, impacta de tal manera que la mente no tiene casi tiempo para pensar, se necesitan todos los sentidos para asimilar lo que se vive.
Lo simple es lo importante.

Cada noche te acuestas pensando que al otro día no podrás continuar, pero cada mañana la fuerza aparece para seguir avanzando. Siempre encuentras fuerza para continuar, y cuando crees que ya no la tienes, surge una mano que te la trasmite.
Avanzas, y cuando miras hacia atrás, ya no recuerdas el esfuerzo, solo puedes dar las gracias por haber caminado por tanta belleza. No sientes la necesidad de nada más que de caminar, no hay necesidades materiales, no quieres nada más que seguir caminando.

Las señales son la guía, pero aun así puedes perderte. Y siempre que te pierdes, logras encontrar la alternativa que te vuelve a colocar en el camino correcto.
Te lo puedes permitir todo: la risa, el llanto, la rabia, la tristeza, la alegría, el amor, la desconfianza, el dolor, la ternura, el miedo. También la picardía y las bromas, el descanso y el esfuerzo, dar y recibir.
Todas las emociones posibles van apareciendo y desapareciendo a lo largo del camino.
Los estereotipos se rompen. El duro se hace blando, el blando aprende a endurecerse. El camino nos enfrenta a diferentes retos para que aprendamos que todos somos iguales y que son las circunstancias y nuestras percepciones lo que nos hace parecer diferentes.
El camino es una breve etapa del camino de la vida, pero en resumen es el ejemplo de como vivir el camino de nuestra vida. El paralelismo está presente en todo momento.

Según como te sientas, así lo percibirás.

Se vive el momento presente. Se disfruta caminando, siendo feliz por ello y no necesitando nada más. Es un camino individual, donde cada uno lleva su propio ritmo. Si buscas adaptarte al ritmo de los demás, si procuras ir a un ritmo que no es el tuyo, sufrirás las consecuencias, tanto si vas más rápido o más lento. Cuando experimentas esa descoordinación de ritmos te das cuenta que debes aceptar el ritmo de los demás y, sobre todo, aceptar el tuyo. Caminar aceptando tus límites. Si el cansancio te obliga a caminar menos, lo aceptas, si debes bajar tu ritmo también, así como en otros momentos la fuerza y el vigor te impulsan a ir de “carrerilla”. No hay frustración. Acabarás llegando, a tu ritmo, a tu manera. Todo a su momento.

En ese caminar constante te encuentras a personas con las que convives más o menos tiempo. Cada uno te aporta algo, incluso con algunos coincides en diferentes ocasiones y puedes percibir una conexión. Pero mas tarde o mas temprano te separas, y disfrutas aun así muchísimo que esa persona haya aparecido en tu vida.

“Buen camino”, frase que te resuena cada vez que te encuentras con alguien. Que incorporas a tu saludo. Simple, pero que te inunda de fuerza. Solo al oírla o pronunciarla se provoca una chispa de energía que te conecta con los demás.
En el camino no suele haber juicios. Y cuando los hay, te das cuenta, luego, que ello es una tontería. Te escuchan, hablan, se interesan y te aceptan como eres, dando la oportunidad de mostrarte sin corazas. Te permites mostrar tus “demonios”, también tus “zonas blancas”. Nadie te pregunta quien eres, sino como te sientes. Te da igual tu aspecto, el cómo te vean los demás. Lo importante es tu “esencia” no tu aspecto. Hasta uno mismo puede sorprenderse una mañana al mirarse al espejo, y casi no reconocerse. Luego sonríes, porque sabes que “tú eres tú”.

Se comparte todo. No existe la propiedad, esto es tuyo o esto es mío, lo importante es quien lo necesita. Aprendes a recibir y a dar. Como en la vida, aprender a recibir siempre es lo más difícil. Y también debes aprender a pedir, lo que es más difícil aun.

Te das cuenta de qué cosas son importantes y cuales no lo son, y que además están siendo un peso sobre tu espalda. Esa mochila que te acompaña a cada paso te recuerda qué peso es innecesario. Aprendes a ver qué cosas no son tan necesarias como tu crees.

Caminas por un objetivo: llegar a Santiago. Cuando lo logras la emoción te derrumba, pero de felicidad, el gozo te explota del pecho, lloras, entras en un estado de emoción que te aturde, estás como en las nubes. Pero unas horas después, en la calma te das cuenta que el objetivo no es llegar, sino caminar.

Y cuando regresas, te das cuenta que algo ha cambiado, tu no eres la misma persona que marchó. Anhelas el camino, esas emociones vividas, ese vivir solo el momento, cada paso…, y debes aprender a reincorporarte con “ese cambio” que el camino generó en ti. Comienza quizás el camino más difícil y también el mas maravilloso, reintegrarte con esa mar de emociones, con ese mar de experiencias al "camino de tu vida”.

Y si todo lo dicho hasta aquí, no ha sido así, es igual, porque lo mas maravilloso es habernos permitido vivir el camino que cada uno quiso vivir, como dice la canción, “a mi manera…”.

Gladys

Barcelona, escrito el 2 de junio.

Ya llegué a Santiago (Ana Belén Cruz)

"Ya llegué a Santiago”.
Con esta escueta frase decidí informar, por SMS, a mi gente de que había logrado el objetivo. No bastaba más, ellos sabían lo que significaba: había llegado a la ciudad compostelana después de dos vanos intentos anteriores en los que el Apóstol o el Destino me había impedido entrar por mi propio pie en Santiago de Compostela, después de haber salido desde Saint Jean Pied-de-Port, por la lesión de mi cuñada en Hospital de Órbigo en 2007 y por la obligada vuelta a Valencia debido a un, no por esperado menos inoportuno, examen en 2008, cuando faltaban solo cuatro días para llegar al destino.

No sé por qué he decidido comenzar el relato sobre mi Camino de Santiago por el final, por el momento en que llegamos Carmen, Mª José, Josefina, Ángel y yo, a aquel café-bar de Santiago donde nos esperabais la mayor parte del grupo para entrar juntos en la Plaza del Obradoiro, en lugar de hacerlo por aquel día en que nos encontramos todos en la plaza de las Ventas. Creo que puede deberse a la emotividad con la que viví los dos últimos días de nuestro viaje y cuyas imágenes todavía habitan en mi cabeza y siguen emocionándome hasta el punto de hacer asomar aún algunas lágrimas a mis ojos (la verdad es que siempre he sido muy llorona, je,je!).

Además, hoy se cumple un mes desde nuestro regreso, por lo que sospecho que la nostalgia se va a colar por todos los rincones de este relato (“Perdón por la tristeza”, que diría el maestro Sabina).

Me derrumbé al entrar en la Plaza del Obradoiro. Lo tengo que reconocer. Me sentía pequeña, muy pequeña, ante la imponente fachada de la Catedral y ante el llanto de muchos de los que estabais a mi alrededor. Me acuerdo especialmente de Luis y de Chisco, pero también de Mª Jesús que, a pesar de la serenidad que creo que le caracteriza, tampoco pudo abstraerse a la emoción del momento.

Claro que ya había estado antes en la Plaza del Obradoiro, pero nunca había experimentado una sensación parecida. Todavía me sorprende. Recuerdo que me aparté un poco del grupo para poderos observar desde lejos e intentar templar los ánimos y evitar el llanto que me atenazaba la garganta. No lo conseguí. Tampoco lo logré al día siguiente, cuando os fuisteis los primeros compañeros: Mª José, Gladys, Ana y Ángel, y luego Virginia y Mª Jesús (gracias, Luis, por tu generoso abrazo en ese momento).

La entrada en la plaza de la Catedral ponía el punto final a un intenso viaje a pie, que había comenzado justo ocho días antes en la pequeña población de La Portela. Ese día, en el que el autobús nos dejó al lado de una gasolinera para comenzar a andar, me parecía increíble estar allí y haber sido elegida en un concurso en el que habían participado otras 22.000 personas. Me sentía feliz.

Solo un día antes, las dudas habían sido incómodas compañeras de viaje en el tren que me había llevado de Valencia a Madrid: “¿Qué hacía yo allí? ¿Qué necesidad tenía de ir sola a un viaje con otras treinta personas que no conocía de nada? ¡Con lo que a mí me cuesta abrirme a la gente!...”.

Pero, desde el primer momento (el propio Nacho Ares lo repetiría varias veces en algunas de las conexiones que hizo para la Cadena Ser), se creó entre nosotros un vínculo especial que nos hacía parecer amigos de toda la vida y que me hizo sentir realmente cómoda con vosotros.

No voy a repasar día a día cómo he vivido el Camino de Santiago. Solo puedo decir que me lo he pasado muy bien (no me atrevo a decir que hayan sido los mejores días de mi vida -creo que ésta es una expresión que se utiliza muy a la ligera y que, precisamente por eso, ha perdido fuerza-, pero casi). No sé si peco de conformista, pero he de reconocer que no he encontrado ni un solo aspecto negativo en nuestro viaje (bueno, quizás sí... las duchas con agua fría, je,je,je!) .

La verdad es que he disfrutado por igual de la soledad buscada en muchas etapas y de la compañía encontrada en otras muchas: cómo olvidar las interminables charlas con Carmen, las anécdotas de Mª José, el caminar nervioso de Josefina o la inestimable compañía de Ervigio (gracias por acompañarme en aquel tramo de Samos a Sarria, un día en el que mi cabeza y mis piernas no parecían mantener una comunicación demasiado fluída entre ellas y que se hubiera hecho interminable sin contar con tu amena conversación).

He disfrutado del sol (a pesar de lo que me dificultó el ascenso hasta O Cebreiro) y de la lluvia; del paisaje y de las iglesias... siempre románicas (¿eh, Ana?); de los cafés y las cervezas, solas o con limón, con las que nos premiábamos a cada rato; incluso de los kilómetros andados de más (Gladys, todavía recuerdo tu cara en la etapa de O Cebreiro a Triacastela cuanto tú, Alfonso y yo nos equivocamos a la salida y tuvimos que hacer... ¡¿3 kilómetros más?! En cualquier caso, tenemos que reconocer que el tramo era mucho más bonito por donde lo hicimos que por la carretera, ¿eh?).

Me he reído como nunca antes con los bailes nocturnos; con anécdotas como la de Josefina y el bastón de Nacho (Concha, qué bonito relato escribiste; ojalá te lo premien y podamos acompañarte a recoger el premio); con aquel “ataque” fingido con el que Ana se rebeló contra todos los convencionalismos del Camino (“¡Buen Camino, Buen Camino!”); con las pequeñas “maldades” cuando seguíamos la corriente a quienes nos confundían con locutoras de la radio, o con las conversaciones sobre chicos que hacían saltar a la buena de Josefina de la silla cuando oía “determinadas expresiones” (¿subidas de tono?) que seguro que ella nunca se hubiera atrevido a usar.

También he aprendido mucho de vosotros: de política y de música (Ferran, me he comprado el Alchemy remasterizado que me comentaste); de botánica (Carmen, ya distingo un castaño de un roble y, por supuesto, qué es el toxo y el loureiro); de Historia (Matilde, gran señora y fantástica persona, gracias por resolver mis dudas sobre la iglesia de San Nicolás de Portomarín; ojalá el viaje hubiera durado más tiempo: ¡tenemos tanto que aprender de ti!); de rituales (Mª José y Sara, ya he puesto mi piedra a la luz de la luna llena... aunque no sé si da resultado),... pero, sobre todo, de amistad y compañerismo.

Me ha alucinado ver cómo se hace la radio en directo y me he sentido como una boba al encontrarme en persona a Gemma Nierga, a Montse Domínguez o a Iker Jiménez, y al conseguir hacerme una foto con mi idolatrado Juanjo Millás (gracias, Carmen; sin tu ayuda, esa foto, que ahora atesoro, nunca hubiera sido realidad).

Me he sentido terriblemente agradecida por el trato recibido del encantador y siempre atento Sendra (José Mª), de Roberto, de David, de Luciano, de Eduardo y del bueno de Geo y de la amabilidad y cariño de Maite y Valentín (a ver si la Ponferradina continúa con su buena racha). Mención aparte merecen Nacho (¡ese Nacho, eh!) que, desde mi punto de vista, tan inteligentemente supo hacer frente al pequeño conato de rivalidad del equipo rojo, y nuestra Sara (¡incansable!) que, desde el principio, ha sido una más del grupo.

Una vez en Santiago, entré en la Catedral para volver a ver su magnificencia, pero también para darle a “Don Santiago” (así nos ha acostumbrado Mª José a llamar al Apóstol a buena parte del “equipo B”) las gracias por haberme permitido, esta vez sí, terminar el camino y, sobre todo, hacerlo en compañía de vosotros.

La vuelta a casa fue larga, monótona y un tanto triste a medida que íbamos dejando a compañeros por el camino: Marcos, Luis, Matilde... El lunes, Concha (gracias por acogerme tan amablemente en Madrid) y yo regresamos a Valencia, donde los casi 40º de ese día nos sacaron abruptamente de la ensoñación en la que habíamos permanecido durante los diez días anteriores.

Siento no haber podido conoceros más profundamente a muchos de vosotros; nos ha faltado tiempo, aunque intento subsanarlo manteniendo el contacto con algunos a través del correo y de las redes sociales. Por supuesto, no es lo mismo.

Sé que volveré a hacer el Camino (otros tramos, otras épocas del año), porque siempre he preferido las vacaciones mochileras a las de tumbona playera, pero nunca será como el de este año. Mucha gente que sabe de mi afición a recorrer el Camino de Santiago me pregunta por qué lo he hecho ya varias veces. Mi respuesta siempre es la misma: “el Camino engancha” y creo que lo hace, precisamente, por las personas que te vas encontrando en él. Por eso, el camino de este año es y será diferente al que pueda hacer en cualquier otra ocasión: porque ha sido con vosotros.

Gracias por compartirlo conmigo.

Ana.

¡Aúpa gabachos! (Juan Antonio Nicolás)

Hola queridisimos compañeros/as de camino,

es un placer saludaros despues de esta semana sin vosotros/as.

Durante estos dias he ido leyendo los correos que habeis enviado y me he dado cuenta que el sentimiento que albergaba en mi corazón no era solamente cosa mía sino que era en general.

Desde el dia 21 de Mayo que nos encontramos en la Plaza de las Ventas, hasta la despedida en la estacion de autobuses en Santiago, la cantidad de sensaciones, experiencias y momentos vividos, os puedo asegurar que no los olvidare nunca.
Lo único que siento es no haber sido mas extrovertido con todos/as y haber disfrutado más de vosotros/as, pero, bueno, uno tiene su forma de ser y mi caracter es así.

Quiero dar las gracias a la CADENA SER, por la iniciativa llevada a cabo, y a su maravilloso equipo (Nacho, Mariano, David, Sendra, Roberto, Sara, Luciano y "El no Polaco").

"MUCHAS GRACIAS A TODOS"

Bueno, os dejo (por el momento), pero quiero que sepais TODOS que en un pueblecito
de Murcia llamado Zeneta (Jose con "Z") tenéis un compañero de camino para toda la vida.


UN BESO Y UN FUERTE ABRAZO PARA TODOS/AS
JUAN ANTONIO "MARMOLO"

Siempre quedará el Camino (Chisco Prieto)

Hola a todos:

Bueno pues voy a intentar yo también contaros como he vivido lo que para mí ha sido una de las experiencias más lindas que jamás podría soñar que me pudiese ocurrir.

Dice Joan Manuel Serrat en unas de sus letras, “de vez en cuando la vida nos gasta una broma y nos despertamos sin saber que pasa chupando un palo sentado sobre una calabaza”. Más o menos podría resumir en esta frase lo que había sucedido en mi vida meses anteriores a conoceros a todos vosotros. Por eso, sin saber muy bien por qué, envíé el “divino” sms, pensando, como todos, que no me tocaría.
Sin embargo, también el destino es justo a veces, porque, creo, que todos los que componíamos este grupo de gabachos teníamos un motivo por el cual hacer el Camino.

Me gustaría dar las gracias a la Cadena Ser, porque sin su iniciativa hoy yo no podría presumir de todos vosotros y decir que formáis parte de mí (bueno Jesús, no).

El Camino, y cuando hablo de camino hablo de todos vosotros, ha conseguido curar la ampolla que tenía mi corazón, que llegaba hasta mi alma, y que, gracias a todos vosotros, he podido dejar atrás lo peor de mi pasado y mirar el presente y al futuro (cuando hablo de futuro hablo de mañana) con unas enormes ilusiones por hacer realidad todo por lo que siempre he soñado.

Han sido unos días que creo que jamás voy a olvidar, y, si lo llego a hacer, espero que siempre estéis por aquí para recordarme que un día 21 de un soleado Mayo empezó esto tan lindo con todos vosotros que se llama Amistad.

Aprovecho para pedir disculpas a quien, sin mala fé, haya ofendido, (a ti no Jesús, tú te lo merecías, y me he quedado corto siempre) porque no siempre mis bromas o mis tonterías tienen que caer bien a todo el mundo, pero si algo puedo decir en mi defensa es que jamás me he ido a dormir más feliz que durante estos días viendo como os sacaba una sonrisa y que, por momentos, dejabais de lado los problemas que pudieseis tener. Eso realmente es lo que me ha hecho sentirme tan lleno de vida.

Pues nada, lo voy dejando ya, agradeciendo a Marcos lo bonachón que es, a Jonás su siempre correcta versión de las cosas, a Virginia su naturalidad, a Mireia su mirada angelical, a Alberto su juventud descarada, a Rafa su campechanería, a Andrés su timidez educada, a José su amabilidad exquisita, a Ervigio su sabiduría de la vida, a Adriano su originalidad para definir las cosas, a Arturo su tranquilidad ante los demás, a Sara su sonrisa permanente, a Tito Luis su manera pausada de explicar las cosas, a Nacho su mano izquierda ante la adversidad, a Ferrán su preocupación por los demás, y a Jesús, que os digo de Jesús, que, como Shrek, tiene el cuerpo tan grande como su corazón.

Seguramente me olvido de alguien, pero que sepáis que os quiero igual que al resto.

No me despido porque esto es un hasta pronto, porque confío en seguirnos viendo.

OS QUIERO.


Chisco
Colega de Santi.

viernes, 2 de julio de 2010

Sin título (Andrés Parrado)

Buenas a todos compañeros,
llevo varios días con la intención de escribiros, pero no se muy bien ni como empezar, ni que deciros, ni nada.

Estas atípicas vacaciones comenzaron para mi el 11 de Mayo, que fue cuando me decidí a poner el código que me enviaron en la web de la Cadena SER. En un principio lo hice todo con mucha inconsciencia, creyendo que era una utopía el que me eligieran, que los sueños… sueños eran, y que con “la suerte” que yo tenía en la vida jamás me tocaría algo de esto.

Un viernes, recibo una llamada a mi teléfono. Es un tal David, que dice ser de la Cadena SER y que me dice que estoy entre los preseleccionados para asistir al Camino de Santiago con ellos. ¡No me lo podía creer! Me pregunta si tengo disponibilidad, si fumo y si hago deporte. Yo dije que estaba disponible (sin preguntar a mis jefes), que sí hago deporte (cosa que no es verdad…) y que no fumo… en eso si dije la verdad. Le pregunté que cuando me llamarían de nuevo y me contestó que el lunes o el martes.

El fin de semana se me hizo eterno. Se lo conté a todo el mundo. Tenía muchísimas ilusiones puestas en esta experiencia. Además eran las fiestas de mi pueblo, así que el rebujito y el tinto de verano me hicieron más llevadera la espera.

El lunes, sobre las siete de la tarde, me llama David. Me confirma que estoy entre los seleccionados y que tenía que estar el viernes a la once de la mañana en la plaza de toros de las Ventas, en Madrid. También me comenta que ellos nos dan una mochila, una esterilla, un saco de dormir, tres camisetas, una sudadera, un chubasquero… en fin, que nos llevemos solamente lo imprescindible.

¿Y ahora qué?, dije yo. Llamé a mi padre (también mi jefe) y le comento que me voy al camino de santiago, con la SER y que me tiene que dar vacaciones.
“Tu estás chalao”, me contestó él. Luego entró en razón y me dijo que sí, sabiendo que era una experiencia única e irrepetible y que me venía en un buen momento para desconectar de la rutina.

Quedaban cuatro días para marcharme y aun no tenía nada. Así que me llegué al Decathlon y allí me compré la indumentaria que me faltaba para el viaje. También ese mismo día reservé el AVE Málaga-Madrid.

5 y 20 de la mañana y suena el despertador… no habia descansado apenas de los nervios. La aventura estaba cada vez mas cerca. Me visto, cojo la mochila y me voy con mis padres a Málaga, a coger el AVE. A las 10:10 llego a Madrid. Estoy en Puerta de Atocha, aún tengo que coger el metro para ir a Las Ventas.
Son las 10 y 30 y llego a Las Ventas. Allí veo un grupo de unas diez personas que tenían toda la pinta de ser peregrinos. Me presento a los que allí estaban y empiezo la charla: ¿Cómo te llamas?, ¿De dónde eres? ¿Francés o Primitivo?... Enseguida conecto con dos personas, Chisco y Virginia, Cordobés y Gran Canaria. Luego van llegando más y más personas y ya ibamos observando quiénes eran “los gabachos”, con los que compartiría esta maravillosa experiencia.

Cogemos el autobús y nos sentamos en la parte de atrás. Yo estoy en la última fila del todo. Delante de mí, a la izquierda Virginia y a mi derecha Chisco, más adelante, Mireia, Jose, Ángel… y más adelante un chaval, que, según ibamos haciendo las paradas, se iba viniendo más atrás. Luego supimos que era Alberto, el benjamin del grupo, y mi fiel compañero de etapas. Con él he recorrido cada uno de los kilometrós del camino. Desde Villafranca a Santiago.
Durante el camino en bus, vamos conociendonos y vamos sentando las bases del gran grupo, la gran familia que luego formamos.
Antes de parar en Villafranca del Bierzo, paramos en Ponferrada, allí se nos unen cuatro compañeros más: Jesús, un tio de un metro noventa y tantos… que se me sienta a mi lado, se pone a leer la (NO) guía de Paco Nadal y, sinceramente… me acojona… Me dice algo que ni le entiendo (luego supe que lo que me dijo es que antes nos cruzamos y me había preguntado que dónde estaba el albergue), me limito a sonreir y sigo en mi mundo, Josefína, Alfonso y Marcos, que se integró con nosotros desde el primer segundo, cuando fuimos a acompañar a Mireia a comprarle unas botas, ya que las suyas, que se las habia dado su madre.. se estaban deteriorando.

Y ya a partir de ahí todos saben lo que pasó. Un grupo de desconocidos hasta entonces, se sinceran los unos con los otros, se apoyan los unos en los otros y forman la gran familia que hoy somos. La familia de la SER.

Un Abrazo muy fuerte, Andrés Parrado.

Un beso (Virginia Rodríguez)

Después de pasar unos días ya en casa, de volverme a acostumbrar a la soledad del apartamentito en Arrecife, a la rutina del trabajo y de tener que comer solita, me animo a escribirles estas lineas.

Para mí el camino duró 14 días, desde que me llamó David el lunes a las 6 de la tarde, y me pilló acabada de acomodarme en la biblioteca de Arrecife para hacer el proyecto de final de carrera. No me lo creía, le dije que me diera tiempo para preguntarle a mi jefe. Llamé a mi novio y a una amiga para contarles, los dos creían que les estaba vacilando...:).
Obviamente, no pude concentrarme en el resto de la tarde.Me fui a pasear por la playa y a diseñar mentalmente, el correo que le iba a mandar a mi jefe.

Me dio permiso, asombrosamente. Señal de que no me podía escaquear, tenía que ir al camino, estaba convencida de que iba a pasar algo muy importante y que no me lo podía perder.... estaba en lo cierto... :).

Tomar la decisión de ir al camino, me costó el enfado de mi padre, mi madre y mi novio. Ninguno entendía qué se me perdía allí, que ya lo había hecho, que no era el momento, que aún estaba aterrizando en Lanzarote y que tenía cosas importantes entre manos sin terminar... A ninguno le faltaba razón.

Salí del Aeropuerto de Lanzarote con las botas (que se convertirían en unas malas compañeras de viaje), dándole vueltas a la cabeza, sin saber ni en que plaza me habían citado.
Menos mal que me volvió a llamar David...A las 11 en la plaza de Toros de las Ventas.

Llegué al hostal, en la plaza de Oriente, y salí a dar un paseo. Recordé lo que me encantaba Madrid, muchísima gente, muchísimas cosas que hacer, poco tiempo para el aburrimiento... (comparado con Arrecife se pueden imaginar).

7:20 de la madrugada!!! y empiezan a sonar teléfonos en el hostal... así que decido salir temprano y desayunar en cualquier cafetería frente a las Ventas. Esa fue una gran decisión, apareció un hombrecito que me pidió un periódico y me pregunto si yo iba al camino... Tuve que esperar para que me dijera su nombre, Chisco. A la tercera vez que se lo pregunté me contestó por fin... jajaja, fuerte hombre despistado.

Juntos fuimos a la plaza y visualizamos al primer grupo que tenía toda la pinta de ser peregrinos. De donde eres y como te llamas, las primeras preguntas de rigor, Chisco lo único que quería saber era quien iba al camino Francés y quien al Primitivo, él ya había mezclado los dos... :)

Cuando terminó la ruta en guagua, ya estaba completamente convencida de que había tomado la buena decisión... ustedes me ayudaron a sentirme así, como en casa. Cierto es que he pasado algunos momentos malos durante el camino, pero no tenían nada que ver con las ampollas o los dolores y mucho menos con ustedes o la organización.

De vuelta a casa, parece que todo se va aclarando, mañana si Dios quiere, se firma la hipoteca que tantos dolores de cabeza nos ha dado. Con tanto jaleo de papeles, bancos, constructoras y demás lagartijas chupasangre, a uno se le quitan las ganas de tener casa. Las ilusiones de los primeros meses se van yendo.

Reafirmarme en lo que les comenté a algunos el sábado por la noche, me quedo con los muy buenos momentos vividos, y el compartir mi vida durante unos días con personas tan interesantes y buena gente como ustedes. Estas cosas son las que me hacen crecer como persona y me ayudan a ser mejor cristiana.

Muchos besos y abrazos a todos, les llevo en mi corazoncito.

Reflexiones sobre el camino (Rafael Barrachina)

El resumen del camino como biólogo puede ser el de los sentidos, el aroma del eucalipto, césped y naturaleza viva que es el ganado, que va tomando cuerpo junto con la visión de los prados, reses, ríos y riachuelos y esos caminos llenos de verdes robles, helechos y altos y majestuosos eucaliptos, entremezclandose todo ello con el sentido del oido, los sonidos del agua al romper con cualquiera de sus obstáculos, el trinar de las distintas especies de aves que hemos podido escuchar y el sonar de aquel amigo o desconocido con el bastón o simplemente con ¡¡ buen camino !!.

Y, por supuesto, como experiencia humana y vital, aún echando de menos a mis tres chicas que deje en Villena, el haber conocido a tantos amigos gracias a la cadena SER, el compartir estos nueve días, las palabras de ánimo, las risas, los ronquidos y demás experiencias vividas con vosotros hace que me sea mucho más dificil el día a día dentro de mi trabajo.
Espero que no se pierda el contacto, aunque sólo sea para recordar esos momentos, bien por teléfono, bien mediante las nuevas tecnologías o lo mejor de todo a la antigua usanza, en la barra de un bar con una buena cerveza.

Para todos los que hemos hecho de este camino una muesca en nuestro corazón, un abrazo muy fuerte y vuestro siempre, Rafa.

¡¡ ULTRELLA !!

Xacobeo (Alberto Moreno)

Comienza un día aparentemente como cualquier otro. Suena el despertador y un gruñido sale de mi boca. Como es habitual los lunes mi cuerpo me pide de todo menos ir a clase.
Me levanto, actúo despacio, mi cuerpo está cansado y las piernas tiemblan. Me visto, me aseo y me dirijo hacia la puerta. Parece un día normal, pero, naturalmente, no lo es.

Salgo de casa, miro a los lados antes de cruzar el semáforo para evitar atropellos innecesarios y, de repente, surge una sensación dentro de mí: lo que siempre había sido natural, empieza a parecer extraño.
Me siento torpe, minúsculo, vacío porque realmente mi auténtico ser está esquivando las piedras que puedan hacerme un esguince, durmiendo en una colchoneta en el frío suelo de un polideportivo en el que la higiene de sus baños deja mucho que desear. Estoy riéndome en el bar, tras un largo día de agotamiento. Estoy cenando en el suelo con una copa de vino. Estoy fundido en abrazos en un mar de camisetas azules de “la SER” en la plaza del Obradoiro, con personas que hace tan solo unos días me eran totalmente desconocidos y ahora me resultan totalmente familiares. Sintiendo que algo tan sencillo aparentemente en ojos ajenos es para mí una felicidad inexplicable.

El pitido de un taxista (algo que parece habitual en Madrid) me devuelve a la realidad, la vida continua. Me dirijo hacia clase donde me esperarán numerosos exámenes y clases atrasadas.
Parece que el estrés de la ciudad empieza a envolverme de nuevo y un miedo recorre mi espalda al pensar que todo este ajetreo en contra de mi voluntad pueda hacer que olvide estos 9 increíbles días.
Es entonces cuando termina la jornada y vuelvo a casa con un hambre sólo comparable a la de un felino que lleva varios días de ayuno. Me doy un festín y decido retomar los estudios, pero decido leer el correo antes de saturar mis neuronas con conceptos técnicos y cantidad de números.

En ese momento observo, con sorpresa, una serie de emotivos e-mails de esos grandes peregrinos/as con las que he estado caminando bajo la lluvia y ese incansable sol, a pesar de las ampollas, tendinitis, edad y otros muchos hándicaps que no van a dejar que me olvide nunca de estos increíbles 9 días. Fui a realizar un viaje para disfrutar de nuevas experiencias ,conocer gente y, porque no decirlo ,dejar mis problemas apartados.
Me he llevado mucho más de lo que esperaba, aparte de unas amistades que no olvidaré, una experiencia inolvidable, porque, aunque no quiero abusar de repetitivo ni plagiador: ”el camino te da lo que necesitas”.

Caminoser.blogspot.com (Adriano Espinal)

Esta entrada es sencilla.
Sólo habéis de ir al enlace del título y os encontraréis un estupendo blog, estructurado por etapas, del gran periodista en paro Adriano Espinal. Inefable por convicción y único por definición.

caminoser.blogspot.com

Xacobeo 2010 con la SER

A principios del pasado mayo, la cadena SER inició un concurso en que se seleccionaban 60 "peregrinos" que harían el Camino de Santiago, divididos en dos grupos de 30 que harían, o bien el "Camino Francés" (Desde Villafranca del Bierzo hasta Santiago) o el "Camino Primitivo.
Finalmente la proporción fue de 28 a 32 y a mi me tocó encuadrarme en los 28 del Francés.
Dado que éramos muchas personas, cada una con su ritmo, afinidaddes y personalidades propias, se hizo, como es lógico, muy difícil establecer un grupo totalmente homogéneo.

A lo largo de este mes, voy a ir publicando escritos, reflexiones, impresiones, pensamientos de todas aquellas personas que me los han hecho llegar de uno u otro modo.
Algunas me han pedido que no publique su nombre, otras ni me han autorizado ni me han denegado su publicación. En estos dos casos, encuadraré los textos como "Anónimos" para respetar su derecho a la intimidad.
El resto, tendrán el título original y el nombre del autor.

Espero que me/os sirva para poder cpmpletar la experiencia vivida con el conocimiento de los mayores puntos de vista posibles.