jueves, 24 de junio de 2010

3 tiempos para una duda (Alberto Sanahuja)

He soñado que me asesinaba a mí mismo.
Vestido de negro, con un pequeño puñal malayo y con la sonrisa más salvaje que he sentido en mi vida me cernía sobre un yo mezcla extrañeza, mezcla terror; mientras mis ojos relucían bajo un amarillo escalofriantemente brillante.

He soñado que caminaba entre la nada.
Siguiendo una acera eterna, rodeada de un tremendo espacio blanco hasta donde alcanzan mis ojos; resonando lenta y potentemente mis suaves pasos bajo un ritmo apático y cansino, abatido; viéndome por la espalda como una silueta difuminada de la que resbala una lágrima sobre un rostro mal afeitado, donde los ojos denotan una tristeza tal que hiela mi sangre, sangre en la que se convierte esa lágrima osada que practica caída libre, reventando en mil transparencias que tiñen de rojo esa acera por la que mis pasos continúan hacia lo indefinido; mientras una mirada azul turquesa se eleva sobre mi cabeza, superponiéndose al fondo negro que subyuga el blanco vacío.

He soñado que volaba convertido en cóndor.
Mi pico potente se adelanta a unos ojos negros, inexpresivos, que no miran, pero ven.
Mis alas, mezcla de gris y negro, se abren bajo un suave viento que azota mi pequeño rostro. Planeo sobre picos y cumbres afiladas, nevadas, verdosas, salpicadas de roca. Busco no sé qué. Me abalanzo de golpe sobre algo, sobre un animal que no alcanzo a distinguir. Lo levanto con mis garras y lo dejo caer para que se estrelle contra las piedras. Desciendo majestuosamente y arranco un pedazo de carne, que engullo mientras la sangre chorrea por mi emplumado pecho.

He soñado tantas veces que estaba despierto y vivía.

¿O soñaba?

No hay comentarios:

Publicar un comentario