lunes, 21 de junio de 2010

Claroscuridad interior (Alicia Jurado)

La noche apuñaló al Sol y el cielo se tiñó de rojo. Un intenso rojo salpicado de amarillo y azul. La Luna se esforzaba por hacerse visible, ante la cabezonería del Astro que, herido de muerte, se resistía a sucumbir al oscuro crepúsculo de estrellas fugaces que surcaron el tapete negro azulado divino extendido por un manto invisible de fenómenos cósmicos. No había nada que hacer. El Rey caía con precisa lentitud a favor de las tinieblas. Pequeños puntos blancos se adueñaron del puesto de mando. Con un último coletazo, el esclavo de Apolo se fue. Su hermanastra surgió tras una sucia nube. Plena. Poderosa. Extraordinariamente bella. Su pálida luz iluminó débilmente la calle, creando un fantasmagórico y excitante efecto de luces y sombras. Dueña de la noche. Diosa nocturna. Inexpugnable. Preciosa. El ojo del Universo.

Albino.
Cautivador
Azulado.
Único.

Bonito. Simplemente bonito.

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