lunes, 14 de junio de 2010

Perogrullada (David Ramos)

Nuestras creencias no son subyacentes de caer en los parámetros que circundan realidad y fantasía. Las alegorías son un punto de inflexión entre ambos estamentos, dado que su marcado carácter poético y/o épico-lírico no hace sino encerrar un fenómeno acontecido dentro de una dimensión concreta de valores subjetivos. Así pues, nuestros sentidos no captan todo lo que intentamos definir como realidad. Dragones, extraterrestres, hadas o unicornios, no dejan de ser reales en las mentes infantiles. Es la evolución del Individuo lo que produce una evaluación de acontecimientos que crea una diferenciación, bajo influencia socio-tradicionalista, que se mantiene de por vida, apagando la Realidad en un Mundo superfluo de anales histórico-científicos.

Alguien dijo una vez: “La Fantasía y la Realidad son ejemplificables en una caña de cerveza: La espuma refleja la Fantasía, la cerveza, la Realidad. A simple vista se ve que la cantidad de espuma es menor que la de cerveza; lo primero que desgastas es la espuma, al igual que cuando somos niños, la Fantasía es nuestro primer mundo. A medida que la espuma se agota (el niño crece) entramos en contacto con la cerveza (Realidad). Su amargura es equiparable a la monótona vida cotidiana. Mas, al final de la cerveza, si se es asiduo a su consumo (como somos asiduos a la Realidad) sabe agradablemente, produciendo su abuso extravagantes arrebatos de locura (¿stress?) y alegría (¿drogas?). Así, desconfiamos de una cerveza que no tenga espuma, y nos negamos, en circunstancias normales, a bebérnosla. De igual modo la Fantasía es necesaria a la Realidad, pues, primero, nos conduce a ella, segundo, nos la hace en apariencia más sobrellevable, y, en tercero, nos permite “volvernos locos” para escapar de la rutina asfixiante.”

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